miércoles, 22 de mayo de 2013

Mortal y rosa


Uno siempre le tiene un miedo y una risa a las cosas que no conoce o que conoce mal.  Rescatar a Francisco Umbral de la categoría de cosas a evitar ha sido todo un acierto. A cuántos lugares no estaré yendo por culpa de lo pesadas que se están volviendo estas alforjas llenas de prejuicios. Como sea, aquí estoy, herido de muerte, agonizando de alegría ante la tristeza gamberra de Mortal y rosa. Un libro que es muchas cosas. Implacable como género literario. Bienvenidos a la mala hostia documentada de Umbral.

La historia poetizada de cómo me siento

Si este libro no está en ninguna lista de lecturas obligatorias no es  porque no tenga méritos propios para, no ya forma parte de ella, sino para encabezarla. Creo que en sus escasas 250 páginas se esconde uno de nuestros buques insignias en cuanto a literatura autóctona se refiere. Pero no es un libro al uso. Al menos no en el sentido narrativo del término. Estamos ante un examen emocional del hombre de nuestro tiempo. Un elegía al niño perdido –en un sentido metafórico y en un sentido literal-. Una carta de amor hacia la persona cuya mano agarrar antes de rompernos. No, no para de reinventarse constantemente.

viernes, 17 de mayo de 2013

El Gran Gatsby


¿Hasta dónde puede inventarse uno? Según cierto precepto nazi, una mentira repetida mil veces gana el autoconvencimiento de ser cierta. No es menos válido que algunas ficciones son devoradas por la realidad que las acoge, y como ya decía Baudrillard, las gracietas de lo fingido siempre son pisoteadas por la seriedad de lo auténtico.

Gatsby se estrena hoy, 17 de mayo de 2013. Una patina de neones, vestidos y excentricidades –creo haber visto a una cebra en una piscina- han otorgado a la obra de Fitzgerald la maldición de lo contemporáneo. Deseos que no han sido formulados, pero sí concedidos. Y ahí estamos todos, poniéndole la cara de DiCaprio a Jay Gatsby como otrora hicieran con la cara de Robert Redford.

Confieso que la película de Lurhmann me ha empujado a la lectura precipitada de El Gran Gatsby. Yo, tan de mi tiempo, soy bastante impresionable con esos fuegos de artificios. Y ahora, tras haberme sumergido en la obra de Fitzgerald, no estoy muy seguro de que quiera ver su adaptación en la gran pantalla. Me da miedo que la historia de amor –te quieros que salen a flote cada pocos pasos- eclipse la gran proeza de Gatsby. Ese truco de prestidigitación que lleva a cabo para convertirse en algo que brille lo suficiente como para ocultar lo demoledor. Lo fastuoso es la excusa. El miedo al rechazo, la posibilidad del destierro ante el yo más elemental es lo que titaniza y vuelve eterna la obra de Fitzgerald. Una verdad intransferible que sólo puede ser asimilada con mucha menos luz de la expuesta hasta ahora.

sábado, 11 de mayo de 2013

Una súper triste historia de amor verdadero




¿Una distopía fundamentada en las redes sociales? Algo así no iba a tardar en aparecer. Y lo cierto es que seguramente existan precedentes. Mis conocimientos restrictivos me han llevado a inaugurar este subgénero con el libro de Gary Shteyngart que publica Duomo. Aquí se plantea un mundo explícitamente interesante que se va al garete por la digitalización aberrante del individuo. Lástima que la novela no gane mayor repercusión en mi estantería por la voz narrativa con la que esta historia nos es contada. ¿Más detalles? Claro.

Decir ‘te quiero’, esperar reply

Lenny Abramov y Eunice Park son los Romeo y Julieta de un mundo inalámbrico en exceso. Pero aquí no es la familia la gran fuerza antagónica que los separa. Tampoco el esnobismo de Eunice ni el casposismo ilustrado de Lenny. La diferencia de edad, 20 años, es lo que los aísla y avergüenza en un mundo donde la juventud se comercializa a límites inimaginables. Donde tu móvil te dice en qué puesto del ranking está tu nivel de follabilidad y donde ser sexualmente explícito es la educación mínima que se espera de ti. En este contexto, el amor dista mucho del mero cortejo. La inseguridad es la devaluación de nosotros como mercancía. Y los actos románticos sólo tienen validez si son apoyados por una cantidad significante de espectadores conmovidos por nuestra intimidad mediatizada.

martes, 7 de mayo de 2013

Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo


Qué tontería de nombre, ¿no? Sam Pink. Suena a personaje de Nickelodeon venido a menos. Y sin embargo estamos ante el enemigo Número 1 de todo lo preestablecido hasta la fecha. Procedente de esa Generación Anomia de la que tanto se habla a colación del más conocido Tao Lin, sale este engendro postnarrativo cuyas palabras están cargadas de imágenes violentas. Frases tan centradas en el impacto del simbolismo sucio que el autor se ha visto obligado a pagar el precio de la coherencia interna. Son poemas. Obras de teatros. Microrrelatos. Pero no en el sentido en el que estos géneros se sienten cómodos en tu cabeza.

No, olvídate de la comodidad. Es lo primero que Sam Pink ha estrangulado con sus propias manos. 

Aunque tenga cierta trayectoria en Estados Unidos, casi nada hay traducido de este artista disfuncional. Este Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo me llega gracias a la editorial argentina Triana. Tengo entendido que también Alpha Decay traerá algo de él este año. Y no puedo más que admirar el valor de la pequeña editorial barcelonesa porque esto es lo más indigesto he tragado en mucho tiempo.