jueves, 19 de diciembre de 2013

El Lago


A mediados de noviembre llegó a las tiendas la última novela de Banana Yoshimoto. Publicada en su país natal en 2005, han sido ocho los años de espera hasta hacernos llegar una obra en la que la autora se muestra en plenas facultades. Consigue arrastrarnos dentro de una historia pequeña que, como en el lago del título, esconde mucho más si se bucea hasta su fondo. 

Lo que sucede en la otra ventana 

 Nakajima y Chiiro son dos jóvenes que desde sus respectivas ventanas se observan cada noche mutuamente. Lejos de todo acto sexual, esta rutina de observación representa un último intento de dos humanos para no quedarse solos en un mundo en el que parece que ya no tienen cabida. El encuentro será inevitable. Y empezarán juntos una extraña convivencia de fragilidades. Una convivencia en la que los sentimientos se irán abriendo como cajas de Pandora, y donde la verdad, una vez expuesta sobre la mesa, no podrá ser ignorada nunca más. 


 Y es que Chiiro no sabe que frente a sus antiguas relaciones, frente a protecciones pasadas, esta vez tendrá que ser ella la que asuma el rol de muro. La pared contra la que todo lo potencialmente dañino acabe estrellándose con el fin de salvaguardar la estabilidad de algo hermoso e irremediablemente roto. Chiiro aprenderá a defender a Nakajima de cosas que jamás hubiera pensado que podrían ser amenazas, como un recuerdo, el sexo o ella misma. 

 


Lo reflectante y lo sumergible 

 Banana Yoshimoto ha conseguido contener aún más si cabe la prosa japonesa que ella practica y ha construido una hermosa novela alrededor de únicamente dos personajes. Es cierto que hay algún que otro personaje satélite, un padre descarriado y el recuerdo contrapuesto de dos madres que proyectan sus sombras sobre la educación sentimental de Nakajima y Chiiro. Pero, en resumidas cuentas, serán sólo ellos dos los que ocupen casi la totalidad de la narración. Y lejos de llegar a cansar, la autora ha otorgado tantas capas a sus personajes que podría haber escrito cien páginas más y no encontraríamos trazas de aburrimiento entre sus renglones. ¡Maldita contención japonesa! 

 Ese lago del título no es una masa de agua. Es una atmósfera insonora y aislante que envuelve a los dos protagonistas y que, juntos, convertirán en un campo de batallas. Porque si bien es cierto que ninguno quiere soltar al otro, también lo es que están nadando en direcciones contrapuestas. 

 Sólo una auténtica naturaleza japonesa como la de esta autora podría explicarnos que, contra todo creencia, a veces el camino más rápido para llegar a la superficie pasa directamente por el fondo. Que hay quienes pueden ver su propio reflejo en nuestro modo de sumergirnos en lo que somos. Y que no tenemos que aguantar la respiración solos por poco que sea el oxígeno que aún quede. 




 Aquí llega la inundación 

 Sucede que todos ven llegar la tormenta de lejos, pero pocos aprecian la humedad que va extendiéndose sobre sus cabezas. Y es que las grietas por las que se filtra el agua nos acaban asaltando mientras dormimos. Uno empieza flotando en el sueño y acaba a la deriva a través de la habitación, desembocando en una realidad que no habíamos previsto pero a la que hay que hacer frente. 

 Aquello que nos puede hacer feliz, aquello que nos duele, aquello que nos necesita, todo esto puede venir bajo el mismo nombre. Y sin avisar. Y tendremos que cruzar a nado los océanos que nos separan de aquello que desde lejos –desde la ventana de enfrente- nos ruega que lo salvemos. 

 Nakajima es ya desde el nombre una declaración de intenciones (中島, isla central). La personificación exacta de ese tipo de aislamiento que nos arrastra hacia dentro. Y es en esa oscuridad, donde nosotros, donde Chiiro deberá agarrarle la mano a aquel que tiembla. Y salir a trompicones o a patadas hacia un refugio alto y seco desde el que ver cómo empieza a alejarse el agua.

Banana Yoshimoto (Tokio, 1964)


Tal vez ni siquiera pueda afirmar que el desenlace fuera malo. Es verdad que mi vida, a causa de una cadena de pequeños hechos fortuitos, acabó rompiéndose en mil pedazos y que mi madre los juntó de forma disparatada con sus manos demasiado llenas de pasión. Por eso yo me convertí en un tipo raro. Pero mi vida existe, con toda certeza. Deformada, exhausta, débil, llena de complejos de culpa, pero existe. Y esto es algo maravilloso que, en cualquier momento, sobrepasa mis emociones.

9 comentarios:

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    1. Este verano estuve a punto de leer Kitchen pero luego me decanté por otro, creo que empezaré por este lago que, de todo lo que tengo una ligera idea de la producción de esta autora es lo que más me llama.
      Empecé a leer a Natsume Soseki pero cambié de planes, el plan ahora es leer la trilogía completa antes de leer Kokoro y Botchan. He leído Sanshiro, muy bueno, estos japoneses sí que saben crear personajes, seguiré por Daisuke y La puerta.

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    2. No sé cómo lo hacen. Están en la otra punta del mundo y consiguen arrastrar el mismo número de lectores que los mastodónticos norteamericanos. Algo deben de estar haciendo bien. Porque llegan sin llamar, y llenan hasta decir basta.

      Me pondré pronto con Soseki, sin duda.

      Gracias por pasarte Jose!

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  2. Tiene pinta de ser una maravilla de libro. Aún no me he estrenado con la autora, pero tengo algún título suyo apuntado. Este, sin duda, será otro más.

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    1. La cierto es que sí Bea. Ha supuesto una lectura muy intimista y cálida. Espero que te llenen los silencios de Yoshimoto tanto como a mí.

      Un saludo!

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  3. No lo conocía, pero me lo llevo apuntado, que pinta muy bien =)

    Besotes

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    1. Hola Shorby!

      Sí, ha sido un grato descubrimiento en esta recta final. Espero que lo disfrutes si le das una oportunidad.

      Gracias por pasarte.

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  4. Te leí esta mañana y lo tengo en casa por la tarde :-)
    Gracias

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    1. Ja, eso sí que fue rápido. Espero que te hipnotice como lo hizo conmigo!

      Gracias a ti ; )

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