Las
primeras citas son lo único que nos ha quedado de la idea clásica de purgatorio.
¿Quién no ha fingido alguna vez ir al baño para pasar por caja y pagar su parte de la cena
antes de salir por la puerta de empleados? Existe toda una literatura sobre
primeras veces porque hay material suficiente para hablar de ello hasta la
siguiente fase evolutiva, una mucho más sabia en la que, a la hora de conocer a
alguien, se te ofrece un estudio de mercado, un análisis psicopedagógico y una
serie de entrevistas breves con familiares y amigos cercanos al sujeto en
cuestión. Sí, las primeras citas sacan lo peor de ciertas personas,
concretamente de aquellas que se sientan frente a ti. Mi primera cita con David
Foster Wallace fue un error absoluto de fondo y forma. Me pareció insoportable
y repulsivo. Mi primera cita con Lorrie Moore me pareció algo mucho más
terrible. Y es que no hay nada peor que aquello presumiblemente divertido.
Aquello que te subraya Ríase Aquí. Con Foster Wallace pude resarcirme. Admití
mi error y acabé claudicando ante el talento de este señor con problemas
severos de sudoración. Ahora, la justicia cósmica ha puesto a Moore otra vez en
mi camino. Y, para mi sorpresa, me ha gustado, me he reído y he podido relajarme
un poco en el tú a tú. Quizás es hora de que empiece a asimilar que lo que sale
mal en todas mis primeras citas soy yo.
viernes, 19 de junio de 2015
domingo, 7 de junio de 2015
Los Tejedores de Cabellos
¿Qué
hago leyendo una novela alemana de ciencia ficción que fue publicada en 1995?
No puedo evitar responder a eso con otra pregunta ¿qué haces que no la estás
leyendo tú? Porque hay algo dentro de Los
tejedores de cabellos que se ha burlado del tiempo durante veinte años y
sigue vivo y sigue nuevo. Algo en la historia de un planeta perdido y dejado de
lado me ha secuestrado durante cuatro noches seguidas. Para que te hagas una
idea, esta novela es como esas pelis indie
que sólo puedes conseguir por canales ilegales, esas que tu culture dealer te insista a que
pruebes antes de que la Autoridad sea consciente de la filtración. Sí,
aquí la autoridad, el tiempo y cosas injustamente olvidadas giran en torno a
una misma idea: la capacidad de supervivencia de la belleza es inaudita y
autorreferencial. Los motivos se mueren o se borran. Pero el acto de lo bello
permanece intacto. En serio, os juro que es ciencia ficción.
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