viernes, 19 de agosto de 2016

Departamento de especulaciones

Las personas podrían clasificarse de modos muy diferentes. Están las que llaman después de la primera cita y las que desaparecen del mapa y nunca más vuelves a saber de ellas. Están las que creen en Dios y las que creen en sí mismas. Están las que desean con todas sus fuerzas llegar al final de Departamento de especulaciones y las que desearían tatuarse cada extracto en un trozo deshabitado de su propia piel. Yo nunca llamo primero, tartamudeo al hablar de mí y no quería llegar al final. No me siento parte de ninguna clase elegida. Pero creo fielmente en los libros esquivos. En esa clase de libros cuya lectura te deja aparentemente con la sensación de que nada ha tenido lugar y que, sin embargo, no puedes quitarte de la cabeza durante las siguientes semanas. Libros que siembran una idea en tu cabeza sin que te des cuenta, sólo para hacerte creer que esa idea es tuya y hacerla fuerte y enraizarla profundo. Libros de los que Christopher Nolan se sentiría orgulloso. Que no se me malinterprete aquí. La novela de Jenny Offill no cobija trama alguna de ciencia ficción, los mundos paralelos que plantea este Departamento de especulaciones se reducen a cartas entre amantes que divagan sobre qué será de ellos. Pero hay algo poderoso que sobrevive tras las sutilezas de la prosa de esta novela.